sábado, 28 de septiembre de 2013

LOS COMPAÑEROS DE PISO

Sus nombres son James y David, ambos de nacionalidad norteamericana. James es un chico pelirrojo y con pecas, más bien grueso y extremadamente sociable. Tiene un buen sentido del humor y se nota que le gusta conocer a gente. Se desenvuelve bien y suele llevar la iniciativa. Es un tipo voluntarioso que lleva varios años estudiando árabe y tiene un buen nivel. Antes de venir aquí estuvo en Túnez con otro programa. Su lugar de origen es Wisconsin, pero como la mayoría de la gente no sabe localizarlo en el mapa, suele decir que es de Chicago, más asequible para aquellos que no conocen bien la geografía estadounidense. Desde el principio se ha empeñado en mostrarnos sus cualidades culinarias y suele sorprendernos con algún plato en el que nunca faltan el pollo o el arroz. Esto se debe más a la poca variedad de los productos alimenticios que a su falta de imaginación, rica a la hora buscar sabrosas combinaciones.  
David es moreno, alto y delgado aunque fibroso por su pasado como nadador en su universidad. Aunque un poco más tímido que James, también tiene un buen sentido del humor y ya le conocemos por su predisposición a animar la noche y las fiestas. Viene de Nueva York y a juzgar por su ropa y estilo de vida, es de una familia acomodada. Es un tipo apuesto que triunfa con el sexo opuesto.
Desde el primer momento hemos establecido una buena relación y el buen ambiente predomina en el piso. A pesar de la diferencia de edad entre los tres, tenemos intereses parecidos y hemos logrado una buena sintonía. Si podemos, comemos juntos y solemos hacer planes en grupo, aunque eso no impide que cada uno goce de su intimidad si así lo desea o busque otras compañías.
Nuestras ideas son muy diferentes y me sorprende escucharles críticas tan duras sobre su país. En nuestras conversaciones hemos hablado de temas de actualidad y temas relacionados con la cultura y la política americana: el bipartidismo, diferencias entre demócratas y republicanos, lobbies, Israel, la relación de la sociedad americana con la naturaleza, el estilo de vida estadounidense…
De los dos, David es el más radical. Sus puntos de vista son interesantes porque es un tipo que ha viajado y ha leído bastante. De hecho, me ha confesado que ha estado en los territorios palestinos y que en más de una ocasión ha participado en manifestaciones contra Israel estando allí. A mi modo de ver, aunque valiente (o inconsciente por lo que se juega) y consecuente con sus ideas, es una persona llena de ese idealismo propio de los recién graduados de la universidad que se sienten capaces y preparados para transformar el mundo. En una de nuestras conversaciones en torno a una shisha, pronunció esas mismas palabras. Loables, pero sumamente inocentes. Un hombre sabio dijo una vez que la mejor manera de transformar el mundo es hacer bien nuestro trabajo. Sea éste el que sea.

LA LLEGADA

Mi llegada a Amán, capital de Jordania, se produjo el 29 de agosto con total normalidad. Aunque estaba muy cansado por la mudanza de mi piso, no dormí mucho en el avión y me entretuve con varias películas durante el trayecto. También dediqué mi tiempo a reflexionar sobre la experiencia en la que estaba a punto de embarcarme, o más bien, ya me había embarcado. Llevaba un año estudiando el idioma árabe en España a razón de dos días por semana, clases de hora y media. Algo del idioma se aprende así, pero la frustración puede ser mayor que la satisfacción cuando el progreso es lento. Y si algo he aprendido enseñando inglés es que, en algún momento, es imprescindible irse a un país donde se hable la lengua que quieres aprender. El salto cualitativo que se produce es enorme. Y creo que esto es todavía más importante cuando se trata de una lengua tan diferente y complicada como el árabe.
Al llegar a Amán, me esperaba Aiman, empleado de Qasid (Instituto en el que estudio). El aeropuerto me produjo buena impresión: amplio, limpio y bastante moderno. Mientras me dirigía hacia aduanas, me crucé con un cartel que anunciaba una actuación de Julio Iglesias. Aunque conocía la proyección internacional del artista español, nunca sospeché que se le escuchaba por estas tierras. Cuando pasé junto al cartel, no puede evitar una leve sonrisa.
Aunque era tarde, tuvimos que esperar a que llegara otra chica del programa, de nacionalidad australiana y procedente de El Cairo. No tardó mucho y aunque su maleta no había llegado, Aiman nos llevó a nuestros respectivos pisos. Yo había solicitado un piso compartido y al entrar por la puerta a esas horas suponía que mis compañeros estarían dormidos. Dejé mis maletas y me di una vuelta rápida para reconocer el piso: una casa grande con tres dormitorios, cocina, dos baños y un aseo y una pequeña sala de estar. Me preparé para dormir y me acosté pensando cómo serían mis compañeros.
La mañana siguiente me levanté sobre las 11:00 y me fui a dar un paseo para conocer un poco los alrededores de la casa y comprobar si la distancia hasta Qasid era asequible andando. No lo era; además del calor, se tarda unos 45 minutos andando por un trayecto que no tiene aceras ni pasos de peatones y donde el tráfico es lo suficientemente caótico como para desincentivar al más intrépido peatón. Aunque al principio impone, uno pronto se acostumbra a cruzar la calle por cualquier lugar, sobre todo al ver que los conductores suelen aminorar. A estas alturas ya soy un experto a la hora de pasar de una acera a otra.
Para entonces ya se me abría el apetito, así que entre en un restaurante donde pude disfrutar de un exquisito kebab de pollo. Después y debido a unas rozaduras causadas por mis nuevas zapatillas de senderismo, regresé al piso. Fue entonces cuando conocí a mis compañeros.