Aunque
mi llegada se me antoja mucho más lejana en el tiempo, apenas llevo en este
país un mes y medio. Tiempo suficiente para haber vivido alguna anécdota
divertida y haberme hecho una cierta idea de esta ciudad y de este país.
Sin duda, los taxistas constituyen
la mejor manera de practicar mi escaso árabe y de tomarle el pulso a una
ciudad que se extiende más en horizontal que en vertical. Si bien, las nuevas
construcciones en el centro urbano denotan intentos de dotarle de cierta
modernidad, si por modernidad, entendemos verticalidad. De momento, mis
conversaciones son muy básicas pero repetir lo mismo me hace sentir bien porque
cada vez lo hago con mayor fluidez y puedo expresar ideas sencillas como mi
nacionalidad, la cantidad de hermanos y hermanas que tengo, o si soy del Barça
o del Madrid (aquí, la mayoría son del Barça). Insahallah, las conversaciones
se irán haciendo más complejas.
Una pregunta recurrente que he recibido
es la de si estoy casado. Cuando contesto con una negativa, la reacción del
interlocutor es de sorpresa; una sorpresa que aumenta cuando descubro mi edad.
De hecho, más de uno me ha contado orgulloso la cantidad de hijos que tiene
(que suele rondar en torno a los 5 o 6), a lo que yo contesto, halagador, que “anta
rayul akbar” (eres un gran hombre). La sonrisa de satisfacción que se dibuja en
sus rostros me dice que he acertado con mi comentario. “Pero tendrás una amiga”
– me dijo un taxista cuando le dije que era soltero (aquí no entienden el
concepto de pareja como en Occidente; ser pareja aquí, implica, prácticamente,
un compromiso de futuro que acabe en matrimonio). Yo, por tirarle de la lengua
y por ver hasta donde era capaz de llegar, le comenté que “ahianan” (a veces),
a lo que él contesto que eso estaba bien, porque un hombre tiene sus
necesidades. Según él, después del alimento, esta era su segunda necesidad. La
pirámide de Maslow en estado puro, supongo. Imaginaos esta conversación en mi
árabe y su inglés chapurreado, para dotarle de su adecuado tinte cómico.
Una de las cosas que más me ha
sorprendido en este país, por cómo se ha manifestado, es la importancia de la
identidad. Así, una de las primeras preguntas que he recibido en varias
ocasiones es la de cuál es mi fe. Pero es que a algún que otro compañero le ha
ocurrido lo mismo. Habiendo reducido la religión al ámbito de lo privado, como
hemos hecho en Occidente, reconozco que me ha llegado a molestar. Me ocurrió
con una compañera turca de clase cuando un día nos sentamos juntos. Al
presentarnos, me preguntó el nombre y mi país de procedencia. Al decirle que
España, fue cuando inquirió sobre mi religión, a lo que yo le contesté que era
cristiano. Algo que pareció sorprenderla, porque a continuación me dijo que en
España había muchos musulmanes. A lo que yo le dije que, efectivamente, como
quien dice, ¿y qué? Esta chica, periodista ella, quiso convencerme, en otra
conversación, de las bondades democráticas de Erdogan.
Otro taxista quiso saber mi opinión
sobre la presencia musulmana en España. Mi primer impulso fue decirle que me
pillaba un poco lejos todo aquello, pero el idioma era un problema. Así que
opté por la vía diplomática, me fui por las ramas y le dije que la Alhambra era
muy bonita. Cómo insistía, le respondí con otra pregunta: ¿Qué le parecía a él
la presencia británica en Oriente Medio? Sus cejas se arquearon y se removió en
el asiento. “Pero los británicos hicieron muchas cosas mal”, balbuceó. “Ahí lo
tienes”, le contesté yo mediante un gesto con la mano. Ante lo cual, dijo muy
convencido: “But Islam good”.
Y esto es una cosa que he descubierto
leyendo al gran historiador británico Bernard Lewis –algo que por cierto he
leído a muy poca gente. Es ese afán de hablar de imperialismo y colonización
cuando se trata de definir las relaciones de Occidente hacia Oriente y el resto
del mundo. Pero, sin embargo, nunca se emplea ese término al referirnos a las
relaciones de Oriente (y me refiero al mundo arabo-musulmán) hacia Occidente. Y
España fue colonia del Islam durante ocho siglos, prácticamente (la derrota
frente a los francos en la batalla de Poitiers en el 732 frenó el avance
musulmán en Europa); Sicilia también
sucumbió al yugo islámico, por no hablar de los Balcanes y las sucesivas
oleadas que trataron de hacerse con el Imperio Austro-Húngaro, frente a las
cuales, España jugó un papel decisivo. No es que ni siquiera se empleé ese
término, es que además, desde mi punto de vista, se enfoca el asunto desde una
perspectiva completamente equivocada. En un telegrama que el Director de la
Dirección de Mediterráneo, Oriente Medio y África le pasó al Embajador con el
que yo trabajé en el Ministerio de Asuntos Exteriores, había una anotación descalificadora
sobre un libro que había publicado un historiador francés (si no recuerdo mal)
en el que venía a decir que la civilización musulmana apenas había hecho
aportaciones en los diferentes campos de la ciencia y que más bien se había
limitado a desarrollar teorías previas o simplemente, traducirlas. Algo que
también apuntan el historiador español Menéndez Pelayo en su libro Historia
de España (muy recomendable, por cierto) así como el premio noble de
literatura V.S. Naipaul en el suyo, Entre los creyentes. El diplomático en
cuestión lo consideraba una muestra más de anti-islamismo. ¿Se puede considerar
esto realmente una muestra de anti-islamismo? Ahí os dejo la pregunta. Para conocer mi opinión os remito a un artículo que escribí en 2006: http://atthebarricades.blogspot.com/2009/01/la-indignacion-del-islam-el-universo.html
Parece que en ningún otro lugar del
planeta la identidad tiene tanta importancia. De mi etapa en el ministerio,
recuerdo el hincapié que hacía un embajador en la importancia de la simbología
religiosa, cultural y, cuando nos adentramos en el mundo árabo-musulmán, hasta
tribal. Esto lo viví a través de otro taxista que quiso saber por qué estudiaba
árabe. “Por la belleza del lenguaje”, le dije y “porque me apasiona esta región
entera”. Y cómo no recordaba la expresión de Oriente Medio en árabe, pasé a
recitarle los nombres de los países circundantes. Le dije que me encantaría ir
a Siria porque tenía muy buenas referencias pero que ahora resultaba imposible.
El expresó su tristeza ante la situación actual que atraviesa su país vecino. Y
a continuación empezó a criticar a EEUU y a señalarlo cómo el culpable. Ante mi
pregunta de si le gustaba Bashar al-Ashad, contestó que sí, que era un buen
hombre. Luego, al comentar este episodio con algunos compañeros, alguien dijo
que posiblemente expresó su apoyo en condición de chií. Por lo menos, cuando le
pregunté por Saddam Hussein, se distanció de él. En cuyo caso, gana fuerza la
teoría del sectarismo porque Hussein era sunní. Pero todo se complica si nos
ponemos a pensar que en Jordania, mucha gente apoyaba a Saddam Hussein (he
visto muchas fotos suyas en los autobuses) porque se atrevió a bombardear a
Israel en la primera guerra del Golfo pérsico y por el hecho de que el rey
Hassan II, padre del actual rey de Jordania, tenía unas relaciones muy fluidas
con el antiguo dictador iraquí. Todo apunta a que hablamos de una civilización
profunda y violentamente dividida en su seno.
Lo de que todo es culpa de EEUU y de
Israel es aquí una idea fuertemente arraigada. Otro taxista con el que entablé
conversación, resultó ser profesor de árabe. Al decirle que estaba estudiando
su idioma, le brillaron los ojos y empezó a darme consejos para aumentar mi
vocabulario y practicar el idioma. Era un tipo agradable y yo estaba contento
porque le entendía bastante bien. Pero al bajarme del automóvil y, aunque no
venía a cuento, me retuvo un minuto sólo para decirme que todo lo que pasaba en
la región era culpa de EEUU y de Israel. Y sin embargo, el dinar jordano está a
la par del euro porque EEUU garantiza su deuda. Y tal vez el hecho de que no se
pueda dedicar a su profesión o de que tenga que compaginarla con la de taxista
para llegar a fin de mes, sea también culpa de estos dos países. Por no
mencionar la estrecha colaboración entre los servicios secretos de Jordania con
los de Israel en la lucha anti-terrorista que han hecho que Jordania sea uno de
los países donde más difícil les resulta atentar a los grupos extremistas. O el
hecho de que el actual heredero esté estudiando ahora en Georgetown. Y es que,
como dice Gabriel Albiac, no hay realidad que pueda con un sistema de
prejuicios bien codificado. Además, Jordania es de los países que más ha ganado
firmando la paz con Israel, expulsando a terroristas como Arafat de su territorio
(el famoso Septiembre Negro de 1970) y acercándose a EEUU, algo que hizo Hassan
II, que fue un gran hombre y un gran monarca. Su hijo parece seguir su
trayectoria. ¡Insahallah!
Estas son algunas de las complejidades de
esta región.
Hola hermano,
ResponderEliminarGracias por tenernos al tanto de tus experiencias. Por aquí leemos tu blog con mucho interés, ya que todas estas costumbres y forma de pensar del mundo árabe lo vemos un poco lejano. Un fuerte beso... y ¡noches de riqueza!