viernes, 11 de octubre de 2013

ANECDOTAS Y ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ORIENTE MEDIO Y EL ISLAM

Aunque mi llegada se me antoja mucho más lejana en el tiempo, apenas llevo en este país un mes y medio. Tiempo suficiente para haber vivido alguna anécdota divertida y haberme hecho una cierta idea de esta ciudad y de este país.
Sin duda, los taxistas constituyen la mejor manera de practicar mi escaso árabe y de tomarle el pulso a una ciudad que se extiende más en horizontal que en vertical. Si bien, las nuevas construcciones en el centro urbano denotan intentos de dotarle de cierta modernidad, si por modernidad, entendemos verticalidad. De momento, mis conversaciones son muy básicas pero repetir lo mismo me hace sentir bien porque cada vez lo hago con mayor fluidez y puedo expresar ideas sencillas como mi nacionalidad, la cantidad de hermanos y hermanas que tengo, o si soy del Barça o del Madrid (aquí, la mayoría son del Barça). Insahallah, las conversaciones se irán haciendo más complejas.
Una pregunta recurrente que he recibido es la de si estoy casado. Cuando contesto con una negativa, la reacción del interlocutor es de sorpresa; una sorpresa que aumenta cuando descubro mi edad. De hecho, más de uno me ha contado orgulloso la cantidad de hijos que tiene (que suele rondar en torno a los 5 o 6), a lo que yo contesto, halagador, que “anta rayul akbar” (eres un gran hombre). La sonrisa de satisfacción que se dibuja en sus rostros me dice que he acertado con mi comentario. “Pero tendrás una amiga” – me dijo un taxista cuando le dije que era soltero (aquí no entienden el concepto de pareja como en Occidente; ser pareja aquí, implica, prácticamente, un compromiso de futuro que acabe en matrimonio). Yo, por tirarle de la lengua y por ver hasta donde era capaz de llegar, le comenté que “ahianan” (a veces), a lo que él contesto que eso estaba bien, porque un hombre tiene sus necesidades. Según él, después del alimento, esta era su segunda necesidad. La pirámide de Maslow en estado puro, supongo. Imaginaos esta conversación en mi árabe y su inglés chapurreado, para dotarle de su adecuado tinte cómico.
Una de las cosas que más me ha sorprendido en este país, por cómo se ha manifestado, es la importancia de la identidad. Así, una de las primeras preguntas que he recibido en varias ocasiones es la de cuál es mi fe. Pero es que a algún que otro compañero le ha ocurrido lo mismo. Habiendo reducido la religión al ámbito de lo privado, como hemos hecho en Occidente, reconozco que me ha llegado a molestar. Me ocurrió con una compañera turca de clase cuando un día nos sentamos juntos. Al presentarnos, me preguntó el nombre y mi país de procedencia. Al decirle que España, fue cuando inquirió sobre mi religión, a lo que yo le contesté que era cristiano. Algo que pareció sorprenderla, porque a continuación me dijo que en España había muchos musulmanes. A lo que yo le dije que, efectivamente, como quien dice, ¿y qué? Esta chica, periodista ella, quiso convencerme, en otra conversación, de las bondades democráticas de Erdogan.
Otro taxista quiso saber mi opinión sobre la presencia musulmana en España. Mi primer impulso fue decirle que me pillaba un poco lejos todo aquello, pero el idioma era un problema. Así que opté por la vía diplomática, me fui por las ramas y le dije que la Alhambra era muy bonita. Cómo insistía, le respondí con otra pregunta: ¿Qué le parecía a él la presencia británica en Oriente Medio? Sus cejas se arquearon y se removió en el asiento. “Pero los británicos hicieron muchas cosas mal”, balbuceó. “Ahí lo tienes”, le contesté yo mediante un gesto con la mano. Ante lo cual, dijo muy convencido: “But Islam good”.
Y esto es una cosa que he descubierto leyendo al gran historiador británico Bernard Lewis –algo que por cierto he leído a muy poca gente. Es ese afán de hablar de imperialismo y colonización cuando se trata de definir las relaciones de Occidente hacia Oriente y el resto del mundo. Pero, sin embargo, nunca se emplea ese término al referirnos a las relaciones de Oriente (y me refiero al mundo arabo-musulmán) hacia Occidente. Y España fue colonia del Islam durante ocho siglos, prácticamente (la derrota frente a los francos en la batalla de Poitiers en el 732 frenó el avance musulmán en Europa); Sicilia  también sucumbió al yugo islámico, por no hablar de los Balcanes y las sucesivas oleadas que trataron de hacerse con el Imperio Austro-Húngaro, frente a las cuales, España jugó un papel decisivo. No es que ni siquiera se empleé ese término, es que además, desde mi punto de vista, se enfoca el asunto desde una perspectiva completamente equivocada. En un telegrama que el Director de la Dirección de Mediterráneo, Oriente Medio y África le pasó al Embajador con el que yo trabajé en el Ministerio de Asuntos Exteriores, había una anotación descalificadora sobre un libro que había publicado un historiador francés (si no recuerdo mal) en el que venía a decir que la civilización musulmana apenas había hecho aportaciones en los diferentes campos de la ciencia y que más bien se había limitado a desarrollar teorías previas o simplemente, traducirlas. Algo que también apuntan el historiador español Menéndez Pelayo en su libro Historia de España (muy recomendable, por cierto) así como el premio noble de literatura V.S. Naipaul en el suyo, Entre los creyentes. El diplomático en cuestión lo consideraba una muestra más de anti-islamismo. ¿Se puede considerar esto realmente una muestra de anti-islamismo? Ahí os dejo la pregunta. Para conocer mi opinión os remito a un artículo que escribí en 2006: http://atthebarricades.blogspot.com/2009/01/la-indignacion-del-islam-el-universo.html 
Parece que en ningún otro lugar del planeta la identidad tiene tanta importancia. De mi etapa en el ministerio, recuerdo el hincapié que hacía un embajador en la importancia de la simbología religiosa, cultural y, cuando nos adentramos en el mundo árabo-musulmán, hasta tribal. Esto lo viví a través de otro taxista que quiso saber por qué estudiaba árabe. “Por la belleza del lenguaje”, le dije y “porque me apasiona esta región entera”. Y cómo no recordaba la expresión de Oriente Medio en árabe, pasé a recitarle los nombres de los países circundantes. Le dije que me encantaría ir a Siria porque tenía muy buenas referencias pero que ahora resultaba imposible. El expresó su tristeza ante la situación actual que atraviesa su país vecino. Y a continuación empezó a criticar a EEUU y a señalarlo cómo el culpable. Ante mi pregunta de si le gustaba Bashar al-Ashad, contestó que sí, que era un buen hombre. Luego, al comentar este episodio con algunos compañeros, alguien dijo que posiblemente expresó su apoyo en condición de chií. Por lo menos, cuando le pregunté por Saddam Hussein, se distanció de él. En cuyo caso, gana fuerza la teoría del sectarismo porque Hussein era sunní. Pero todo se complica si nos ponemos a pensar que en Jordania, mucha gente apoyaba a Saddam Hussein (he visto muchas fotos suyas en los autobuses) porque se atrevió a bombardear a Israel en la primera guerra del Golfo pérsico y por el hecho de que el rey Hassan II, padre del actual rey de Jordania, tenía unas relaciones muy fluidas con el antiguo dictador iraquí. Todo apunta a que hablamos de una civilización profunda y violentamente dividida en su seno.
Lo de que todo es culpa de EEUU y de Israel es aquí una idea fuertemente arraigada. Otro taxista con el que entablé conversación, resultó ser profesor de árabe. Al decirle que estaba estudiando su idioma, le brillaron los ojos y empezó a darme consejos para aumentar mi vocabulario y practicar el idioma. Era un tipo agradable y yo estaba contento porque le entendía bastante bien. Pero al bajarme del automóvil y, aunque no venía a cuento, me retuvo un minuto sólo para decirme que todo lo que pasaba en la región era culpa de EEUU y de Israel. Y sin embargo, el dinar jordano está a la par del euro porque EEUU garantiza su deuda. Y tal vez el hecho de que no se pueda dedicar a su profesión o de que tenga que compaginarla con la de taxista para llegar a fin de mes, sea también culpa de estos dos países. Por no mencionar la estrecha colaboración entre los servicios secretos de Jordania con los de Israel en la lucha anti-terrorista que han hecho que Jordania sea uno de los países donde más difícil les resulta atentar a los grupos extremistas. O el hecho de que el actual heredero esté estudiando ahora en Georgetown. Y es que, como dice Gabriel Albiac, no hay realidad que pueda con un sistema de prejuicios bien codificado. Además, Jordania es de los países que más ha ganado firmando la paz con Israel, expulsando a terroristas como Arafat de su territorio (el famoso Septiembre Negro de 1970) y acercándose a EEUU, algo que hizo Hassan II, que fue un gran hombre y un gran monarca. Su hijo parece seguir su trayectoria. ¡Insahallah!
Estas son algunas de las complejidades de esta región.

1 comentario:

  1. Hola hermano,

    Gracias por tenernos al tanto de tus experiencias. Por aquí leemos tu blog con mucho interés, ya que todas estas costumbres y forma de pensar del mundo árabe lo vemos un poco lejano. Un fuerte beso... y ¡noches de riqueza!

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